En su décimo aniversario, MUSOC se ha convertido en un referente en Asturies como evento cultural pero también, y sobre todo, como espacio para la reflexión y el diálogo en torno a los derechos humanos en este nuestro maltrecho planeta. Y no podemos asistir en silencio a la situación por la que atraviesan otras muestras de cine hermanas en países como Bielorrusia y Malasia, donde el cine de denuncia social se convierte en foco de represión y violencia policial.
MUSOC forma ahora parte de una red internacional de festivales y muestras de cine social y de derechos humanos, la Human Rights Film Network (HRFN), integrada por más de cuarenta festivales independientes de todo el mundo. Dado que el cine ha probado ser una potente herramienta para la lucha por los derechos y la dignidad de las personas, pudiendo llegar a emocionar e inspirar al gran público, el verdadero agente del cambio, esta red nos ayuda a intercambiar ideas y estrategias, y a hacernos más fuertes ante la opresión. En Asturies tenemos gran respaldo social e institucional, tanto por parte del público general como de la sociedad civil organizada. Pero en otras geografías lo tienen mucho más difícil.
El FreedomFilmFest de Malasia, celebrado en junio del 2021, incluía en su programación el cortometraje de animación Chilli Powder & Thinner, un relato sobre la tortura policial basado en el testimonio de tres adolescentes. Anna Har, directora de FreedomFilmFest, y el caricaturista Amin Landak sufrieron amenazas y fueron interrogados e investigados en relación con la producción y proyección de este corto. Además, fueron confiscados sus ordenadores personales, módems, tablets y otros equipos. En julio, todos los festivales de la red HRFN lo emitimos simultáneamente en nuestras redes sociales como muestra de apoyo y denuncia contra la censura y la represión policial. La organización del festival sigue siendo investigada y bajo sospecha. Anna y Amin podrían ser acusados de difamación o delito por difundir y publicar materiales “que pueden causar miedo o alarma en el público”, así como por hacer “un uso inapropiado de internet y las redes sociales”. Estamos, por tanto, ante diversas formas de acoso e intimidación a activistas por los derechos humanos, incluyendo cineastas, dibujantes, periodistas y un largo etcétera que lo único que hacen es señalar casos de abusos y violaciones de los derechos humanos, y su incongruencia con los estándares del derecho a la libertad de expresión.
Aquí se puede ver el corto:
En Bielorrusia el panorama tampoco es alentador, con gran agitación política tras las disputadas elecciones del verano pasado, en las que el presidente Alexander Lukashenko afirmara haber obtenido una victoria aplastante para asegurar un sexto mandato en el cargo. El resultado de las elecciones ha sido cuestionado por gobiernos extranjeros y ONGD. Ha habido una represión local contra los miembros del partido de la oposición, algunos encarcelados y otros huyendo del país, mientras que las protestas han dado lugar a más de 600 detenciones. Según informa Amnistía Internacional, el derecho a la libertad de expresión se restringió gravemente a lo largo de este año en un intento de reducir toda oposición y disidencia mediante ataques dirigidos contra personas y medios de comunicación. Watch Docs es un festival especializado en documentales sobre derechos humanos que tiene lugar en Minks y otras localidades desde el año 2015, y no ha sido ajeno a esta situación. También se vio en la cuerda floja con la detención en abril de su directora Tatsiana Hatsura-Yavorska por “financiar disturbios”. Tatsiana fue liberada tras el llamamiento global de la comunidad cinematográfica internacional. El motivo de la detención, la organización de la exposición La máquina respira pero yo no, que arrojó luz sobre las luchas del personal médico en medio del COVID-19.
Es muy perturbador que en ambos países las autoridades opten por investigar a artistas y activistas que plantean su preocupación sobre situaciones que claramente vulneran los derechos humanos, en lugar de abordar estas situaciones en sí. Matar al mensajero en vez de atender a mensajes urgentes.