Las Azores son Queer

Verano en una isla paradisíaca, jóvenes que abandonan la inocencia o, como se dice habitualmente en cine, un coming of age. Belleza por todas partes, despertar sexual, idilios de verano. Todos estos ingredientes podrían resultar  superfluos si forman parte de una sinopsis cualquiera, pero si es la portuguesa Cláudia Varejão quien escribe y dirige nos encontramos a una obra rompedora y singular.

No debería sorprendernos pues sus anteriores documentales Ama-San (disponible en el canal MUSOC de Filmin), donde Cláudia graba a unas pescadoras japonesas en busca de perlas con esa delicadeza tan artesanal nipona y su siguiente y aclamado  trabajo  Amor Fati, que presentaba el amor en  amplísimas posibilidades y divergencias, nos llevan a este cuento que es Wolf and dog / Lobo e cão ubicado en la Isla de Sao Miguel donde el amor y la sexualidad no normativos chocan con el tradicionalismo conservador de la población.

Una vez más Varejão se sumerge en las aguas en busca de perlas, nos las pinta de color lentejuelas y purpurina para llevarnos a la cruda realidad de quienes para ser libres, para ser y amar en libertad deben volar lejos del paraíso y, pese a ser como las flores endémicas bellas y fuertes en su originalidad, viajan migrando como cetáceos para mejorar su calidad vital.

Para quien nace en un pueblo que aún no ha aprendido a respetar y amar naturalmente y en todas sus formas a sus hijes y vecines.

No sabemos si alguna de las casi cuarenta personas que la noche del viernes 20 disfrutó de Wolf And Dog en el Teatro Riera de Villaviciosa  se sintió reflejada en esas personalidades divergentes, que no temen mostrarse como son, maquillándose y vistiéndose como su corazón les dicte. Los protagonistas de Lobo e Cão se maquillan, bailan y huyen del encorsetado y conservador espacio que les ha visto nacer. La naturaleza exuberante y el mar invadiéndolo todo son, contradictoriamente, una cárcel para estos jóvenes que abandonan la adolescencia y se ven obligados a tomar decisiones que les alejarán de sus familiares y amigos para poder sentirse libres.


La belleza en la fotografía, en los rostros, en la purpurina y las sombras no dejan de mostrarnos un mundo difícil y hostil para quien nace en un pueblo que aún no ha aprendido a respetar y amar naturalmente y en todas sus formas a sus hijes y vecines.

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