La magia de “Las mujeres del camión”

El sábado por la noche llegó a Llanes el calor del sol de un campo de higueras tunecino. La asociación Alendar, de la mano de Rosa Sacristán, abrió la sesión explicando e invitando a las personas asistentes a mirar más allá de su entorno cercano y a solidarizarse con las personas migrantes y refugiadas que llegan a nuestro país huyendo de la guerra, como el en caso más reciente de Ucrania, o buscando una vida mejor.

La juventud femenina tunecina, antes y tras la primavera árabe, continúa atrapada en una sociedad patriarcal y muy convencional que, en determinadas zonas del país, se torna en exceso agobiante. Las zonas rurales son, sin excepción, espacios menos proclives al cambio, regidas por los ritmos de las cosechas, a menudo lugares donde no existen grandes opciones de futuro más allá de trabajar en el campo recogiendo fruta. Pero en un marco tan desfavorable de contexto social y económico, algunos de los diálogos revisten la película de un cierto alegato libertario.  

La película nos brinda constantes primeros planos de caras y manos que se mueven de forma suave y vulnerable, pero al mismo tiempo con eficiencia y fuerza. Entre los higos maduros se desarrollan amores y sueños de futuro que, a veces, como las ramas de una higuera, se rompen para nunca ya fructificar.

La suavidad del movimiento de las hojas que esconde un alegato libertario

Entre las higueras es una de esas películas en las que parece que no sucede nada destacable pero en las que pasa nada menos que la vida. De la mano de Erige Sehiri, nos trasladamos a ese campo de higueras donde una serie de hombres y, sobre todo, de mujeres recogen fruta como excusa para establecer un diálogo constante, donde podemos apreciar las cadencias de las pequeñas historias, el afecto entre las mujeres y sus relaciones con los hombres, incluso en los momentos de tensión. Todo ello con un ritmo cálido, relajado y lánguido, como el atardecer que va llegando en ese día de cosecha y canciones. La inocencia del primer amor, el fantasma de los celos, la sororidad por encima de todo, el compartir la comida, la música o el té, animan a pensar que en este mundo, que a veces aprieta tanto, no todo está perdido y que los seres humanos son lo que más importa.

Vivan las higueras y los frutos que nos dan.

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