Contra el silencio

Fría tarde de enero en los Cines Felgueroso de Sama donde proyectamos por segunda vez Matrioskas; las niñas de la guerra, tras el éxito arrollador en Xixón. Medio centenar de personas se dieron cita para conocer la cinta dirigida por Helena Bengoetxea protagonizada por Alicia, Julia, Araceli y Teresa, cuatro incombustibles nonagenarias que fueron niñas de la guerra y que relatan sus experiencias de vida: “Sobrevivimos al fascismo, los bombardeos, el exilio, y dos guerras. ¿Qué puede acabar con nosotras?” 

La tarde dejó de parecernos tan fría cuando, en comparación, rememoramos el bloqueo de Leningrado. El hambre, el frío, el dejarse literalmente morir por no soportar las condiciones…sobrevivir a todo, sobrevivir a la nada: cuatro biografías marcadas por el desarraigo y el exilio: de España a Rusia y después a Cuba, heroínas de su propia trayectoria, nostálgicas de un hogar que las acogió y que ya no existe, que apenas reconocen y, para algunas, la vuelta a un país de origen que no es con el que soñaron, o incluso del que se sintieron expulsadas, por el miedo, por la ceguera, por la oscuridad del régimen.

Helena Bengoetxea habló, entre otros asuntos, de la imperiosa necesidad de recopilar estos testimonios. Las niñas de la guerra son personas de edad muy avanzada, y sin embargo, son ya los últimos testimonios que tendremos para salvaguardar la memoria histórica.

Fue muy revelador el diálogo posterior con los colectivos que nos acompañaron, Francisco Lago en representación de la asociación Niños de Rusia. Niños de la guerra, e Isabel García, de la Asociación Amigos y Familiares Fosa Común de Tiraña. Francisco Lago revivió su infancia en Moscú, donde nació, y retornó con sus padres a España a la edad de ocho años. Las experiencias de vida de las protagonistas del documental le recuerdan a la de su propia familia:” Gracias al exilio y a las oportunidades que Rusia ofreció a estos niños y niñas, mis padres tuvieron una buena formación y desarrollaron sus carreras profesionales, vivíamos razonablemente bien para la época, más en comparación con cómo se vivía en España en aquel momento”. 

Documentales, archivos fotográficos, libros…todo suma para arrojar luz sobre tanta oscuridad vertida a lo largo de cuarenta años. Como decía nuestro añorado Forges, la memoria es hija de la historia y hermana del corazón.

Isabel, por su parte, expresó su emoción al conocer el documental: “Estas mujeres tienen más o menos la edad que tendría Enesida García, mi madre, si viviera. Pero ella no pudo irse, se quedó huérfana con doce años y se quedó aquí, bajo el terror. Quién sabe qué hubiera sido de su vida con otras oportunidades”. Isabel presentó la autobiografía de su madre, Mi infancia en el franquismo, editada por Cambalache, y basada en un relato que ella misma escribió. La edición, de hecho, conserva la transcripción original manual.  Se trata de una crónica que narra cómo la brutal represión franquista cayó sobre su familia y sobre otros vecinos y vecinas de Tiraña. Dicen quienes la conocieron que Enesida mantuvo el hilo de la memoria a través de cuentos e historias que compartía siempre que había oportunidad. No es lo común cuando, tras el régimen, se impusieron el miedo y el silencio. 

Desde el público nos recordaron que tal día como hoy finaliza en la Casa de Cultura de Moreda, Aller, una exposición organizada por la Asociación niños de Rusia que explican los motivos por los que casi 4.000 niños y niñas, fundamentalmente procedentes de Asturias y el País Vasco, tuvieron que emigrar a Rusia y cómo fueron sus condiciones de vida el país. 

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